Hoy, sin saber muy bien por qué, me levanté pensando en himnos. Yo, que soy tan poco dado a ese tipo de símbolos (ni siquiera me se de memoria el de mi Madrid de toda la vida). Quizá sea porque ayer, mientras desayunaba, me llegó la música del himno colombiano, que aquí deben emitir por ley (a las seis de la mañana y de la tarde) todas las cadenas de radio o televisión con emisión 24 horas. Recuerdo que la primera vez que lo oí me resultó curioso: era como si metieran el patriotismo con palanca. Pero no, como en la mayoría de los países, el colombiano siente orgullo al cantar un extenso himno que aprendió siendo pequeño, en la escuela. En Estados Unidos es algo cotidiano, casi como el juramento de fidelidad a la bandera, que se pronuncia cada día en sus centros educativos.
España, como sabemos, es otra historia. El himno, que tenía letra, fue despojado de ella en la transición democrática, y millones de españoles se acostumbraron desde entonces a cantarlo al ritmo del "la, la, la" o del "chunda, chunda, chunda". Y con mucho orgullo, oye, cuando la ocasión lo requería, que básicamente se limitaba (y se limita) a los prolegómenos y/o festejos de importantes eventos deportivos (que es lo que importa y moviliza de verdad, está claro). Los intentos de ponerle letra (el último, en 2008, a instancias del Comité Olímpico Español) se toparon con la feroz resistencia de medio país, harto de que la otra mitad prostituyera un símbolo que es de todos para hacer reivindicaciones político-religiosas. Durante años, mientras Rodríguez Zapatero era presidente, la bandera de todos se usó para manifestarse contra el matrimonio gay; para difundir infamias de connivencia con los terroristas; para eliminar de las escuelas una asignatura de educación cívica...
No, no me van demasiado los símbolos, aunque me sienta lógicamente identificado con alguno, y haya hecho ostentación de ellos en ocasiones señaladas. Y si de himnos se trata, más que cambiar la letra del nuestro, propondría sustituirlo por completo. Uno más acorde con la realidad de España, uno con el que de verdad se identifiquen todos los españoles, más allá de las típicas grandilocuencias de los himnos nacionales. Por ejemplo, esta versión del Gentleman de Psy que el humorista Chema Ruiz presentó el pasado mes de abril de 2013 con un flashmob en el centro comercial Nueva Condomina de Murcia:
España, como sabemos, es otra historia. El himno, que tenía letra, fue despojado de ella en la transición democrática, y millones de españoles se acostumbraron desde entonces a cantarlo al ritmo del "la, la, la" o del "chunda, chunda, chunda". Y con mucho orgullo, oye, cuando la ocasión lo requería, que básicamente se limitaba (y se limita) a los prolegómenos y/o festejos de importantes eventos deportivos (que es lo que importa y moviliza de verdad, está claro). Los intentos de ponerle letra (el último, en 2008, a instancias del Comité Olímpico Español) se toparon con la feroz resistencia de medio país, harto de que la otra mitad prostituyera un símbolo que es de todos para hacer reivindicaciones político-religiosas. Durante años, mientras Rodríguez Zapatero era presidente, la bandera de todos se usó para manifestarse contra el matrimonio gay; para difundir infamias de connivencia con los terroristas; para eliminar de las escuelas una asignatura de educación cívica...
No, no me van demasiado los símbolos, aunque me sienta lógicamente identificado con alguno, y haya hecho ostentación de ellos en ocasiones señaladas. Y si de himnos se trata, más que cambiar la letra del nuestro, propondría sustituirlo por completo. Uno más acorde con la realidad de España, uno con el que de verdad se identifiquen todos los españoles, más allá de las típicas grandilocuencias de los himnos nacionales. Por ejemplo, esta versión del Gentleman de Psy que el humorista Chema Ruiz presentó el pasado mes de abril de 2013 con un flashmob en el centro comercial Nueva Condomina de Murcia:
Claro que si se trata de ponernos serios, y apostar por un himno de verdad, ¿por qué no Libertad sin ira, de Jarcha? Estas imágenes, del Concierto por la paz en las plaza de Las Ventas de Madrid en 1997 (en memoria del concejal del PP Miguel Ángel Blanco, asesinado por la banda terrorista ETA ese mismo año) demuestra que pocas canciones tienen esa capacidad de unirnos a todos, sin distinciones ni diferencias ideológicas...
Un abrazo con sabor a café colombiano, y sed felices.